PEDRO SALINAS

1891-1951
No importa que no te tenga, 
no importa que no te vea. 
Antes te abrazaba, 
antes te miraba, 
te buscaba toda, 
te quería entera. 
Hoy ya no les pido, 
ni a manos ni a ojos, 
las últimas pruebas. 
Estar a mi lado 
te pedía antes; 
sí, junto a mí, sí, 
sí, pero allí fuera. 
Y me contentaba 
sentir que tus manos, 
me daban tus manos, 
sentir que a mis ojos 
les dabas presencia. 
Lo que ahora te pido 
es más, mucho más, 
que beso o mirada: 
es que estés más cerca 
de mí mismo, dentro. 
Como el viento está 
invisible, dando 
su vida a la vela. 
Como está la luz 
quieta, fija, inmóvil, 
sirviendo de centro 
que nunca vacila 
al trémulo cuerpo 
de llama que tiembla. 
Como está la estrella, 
presente y segura, 
sin voz y sin tacto, 
en el pecho abierto, 
sereno, del lago. 
Lo que yo te pido 
es sólo que seas 
alma de mi ánima, 
sangre de mi sangre 
dentro de las venas. 
Es que estés en mí 
como el corazón 
mío que jamás 
veré, tocaré, 
y cuyos latidos 
no se cansan nunca 
de darme mi vida 
hasta que me muera. 
Como el esqueleto, 
el secreto hondo 
de mi ser, que sólo 
me verá la tierra, 
pero que en el mundo 
es el que se encarga 
de llevar mi peso 
de carne y de sueño, 
de gozo y de pena 
misteriosamente 
sin que haya unos ojos 
que jamás le vean. 
Lo que yo te pido 
es que la corpórea 
pasajera ausencia 
no nos sea olvido, 
ni fuga, ni falta: 
sino que me sea 
posesión total 
del alma lejana, 
eterna presencia.

 

 
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