MIGUEL HERNÁNDEZ

1910-1942
HOY ESTOY SIN SABER YO NO SÉ CÓMO
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato. Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos en mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.
No puedo con mi estrella,
y me busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.
Si no fuera ¿por qué?... no se por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo ahí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.
Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.
Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
que incomformes mis ojos?
Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?
Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.
Me sobra el corazón.

Hoy descorazonarme,
yo el más descorazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo. No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día. 

La cebolla es escarcha cerrada y pobre: 
escarcha de tus días de mis noches. 
Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha 
grande y redonda.


En la cuna del hambre mi niño estaba. 
Con sangre de cebolla se amamantaba. 
Pero tu sangre, escarchada de azúcar, 
cebolla y hambre.

Una mujer morena, resuelta en luna, 
se derrama hilo a hilo sobre la cuna. 
Ríete, niño, que te tragas la luna 
cuando es preciso.

Alondra de mi casa, ríete mucho. 
Es tu risa en los ojos la luz del mundo. 
Ríete tanto que en el alma al oírte, 
bata el espacio.

Tu risa me hace libre, me pone alas. 
Soledades me quita, cárcel me arranca. 
Boca que vuela, corazón que en tus 
labios relampaguea.

Es tu risa la espada más victoriosa. 
Vencedor de las flores y las alondras. 
Rival del sol. Porvenir de mis huesos 
y de mi amor.

La carne aleteante, súbito el párpado, 
el vivir como nunca coloreado. 
¡Cuánto jilguero se remonta, aletea, 
desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño. 

Nunca despiertes. Triste llevo la boca. 
Ríete siempre. Siempre en la cuna, 
defendiendo la risa pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto, tan extendido, 
que tu carne parece cielo cernido. 
¡Si yo pudiera remontarme al origen 
de tu carrera!

Al octavo mes ríes con cinco azahares. 
Con cinco diminutas ferocidades. 
Con cinco dientes como cinco jazmines 
adolescentes.

Frontera de los besos serán mañana, 
cuando en la dentadura sientas un arma.
Sientas un fuego correr dientes abajo 
buscando el centro.

Vuela niño en la doble luna del pecho.
Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho. 
No te derrumbes. No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.
 
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